Por: Luca Acevedo  15 de diciembre, 2020

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Quienes han tenido la suerte de visitar las Islas Galápagos de seguro se han deslumbrado con el respeto que hay por los animales, la preocupación por la biodiversidad y el equilibrio con el medio ambiente. En las calles es muy común ver carteles anunciado un cruce de iguanas o una zona de tortugas, y ahí la preferencia no la tienen peatones ni automóviles, sino los animales que habitan el lugar. Un emblema que despierta esperanza. Pero este santuario no está exento de amenazas, porque donde florece la vida, se ponen los ojos de quienes buscan dinero a costa de ella.

Durante el 2020, el archipiélago de 22 islas volcánicas ubicado a 906 kilómetros del Ecuador continental fue foco de preocupación, esto debido a la flota de 300 barcos chinos que merodeaban los límites de la actual reserva marina protegida (y que actualmente circulan por mar chileno). No es primera vez que pasa, el 2017 se vivió una situación similar, donde se encontraron 6.600 cuerpos de tiburones en embarcaciones del país asiático. Estos hechos evidencian que es necesario aumentar las medidas de protección para solucionar problemas de pesca ilegal y sobrepesca, donde vemos que especies en peligro de extinción, como tiburones o rayas, siguen disminuyendo en número.

Pero los galapaguenses se organizan, aquellos que crecieron en sus islas tienen una conexión con el territorio tanto terrestre como marino y no van a permitir que la codicia de la sobreexplotación lapide el entorno donde viven. Con este foco nace Más Galápagos, una organización ciudadana que busca defender, investigar y proponer acciones concretas para la conservación de Galápagos.

Conversamos con uno de sus voceros, Eliécer Cruz, quien además es gerente para América Latina de Island Conservation, para conocer más de esta iniciativa que ha logrado convocar a cerca de 130 ONG a nivel internacional, nacional y local para apoyar el proyecto cuyo objetivo principal es ampliar los límites de la reserva marina, sumando investigaciones que no estaban disponibles cuando fue creada en 1998.

Eliécer lleva la aventura en su linaje, “cuando Ecuador toma posesión, se promovía que vinieran ecuatorianos a vivir y mi padre, un aventurero, llega en 1939 a Galápagos, había 300 personas viviendo y le pareció que era mucha gente. Decidió irse a explorar y se encontró con la isla Floreana que estaba casi deshabitada y se quedó, más tarde fue al continente y volvió casado con mi madre en 1942. Ahí nacimos todos nosotros, somos 12 hermanos».

Esta isla al sur fue donde creció, en ese momento vivían unas 60 personas, “hoy está sobrepoblada, viven 140”, comenta entre risas. Una infancia que él no cambia por nada, tenían toda la isla a su disposición. La mayor parte de la educación la daba su padre, y siempre les inculcó consumir solo lo que necesitaban, de producir lo que consumían y a ahorrar agua. “El tema del despilfarro y consumismo no existía, todas las cosas se guardaban y servían”. La gente trabajaba sus huertas y fincas para abastecerse, el barco con provisiones llegaba del continente con suerte una vez al mes.

Ya se imaginan la sorpresa que se llevó cuando salió a Quito para asistir al colegio, “me chocaba demasiado todo el tema que ibas a un sitio y todo tenía una funda plástica que después la botabas, todo era desperdicio, no entendía, para nosotros todo servía, era un consumismo increíble que, a pesar de ser niño, notaba que algo andaba mal ahí«.

Ya de regreso en las islas, no todo era igual, a medida que se fue poblando el archipiélago, hoy con casi 30 mil personas, se siente como que los kilómetros que las separan del continente se han ido achicando, aviones y barcos enormes todos los días, lanchas rápidas circulando por la costa y plástico, a pesar de que todavía se mantiene con estándares altos de conservación, pero Eliécer asegura que “el continentalismo ha llegado”.

En Galápagos hay vida por todos lados. Aire, mar y tierra te bridan un espectáculo donde sea que pongas tu ojos u oídos. “Para mí es un placer en la noche escuchar el grito de los petreles que suben a la montaña, encontré el mismo género en Juan Fernández, ahí les dicen fardelas, son casi igualitas a los petreles nuestros. También te levantas con el grito de los pinzones o de los cucúes que te hacen bulla en tu balcón, eso no tiene precio. “

Más Galápagos busca proteger integralmente al archipiélago. En palabras de Eliécer, “lo que buscamos es la creación y ampliación de espacios de protección marina que favorezcan a toda la biodiversidad. Se ha conformado una iniciativa ciudadana de personas, instituciones, ONG’s, incluso organizaciones de Gobierno, está el Consejo de Gobierno de Galápagos, está el Parque Nacional Galápagos también en esta iniciativa”.

El proyecto surge el 2017 luego de la captura del pesquero ilegal con los tiburones mutilados. Con este hecho, según nos relata el vocero de la organización, “el sentir de la gente se levanta y se crea un frente insular de protección de la reserva marina y propone al gobierno con miles de firmas que se debe ampliar la actual reserva marina que tiene una extensión de 40 millas náuticas y de 233 mil kilómetros cuadrados.”

Cuando se creó en 1998 la actual reserva marina, no había suficientes estudios científicos, entonces muchos montes submarinos y espacios importantes quedaron libres para la pesca. La misión de Más Galápagos es lograr ampliar estos límites dentro de las 200 millas de zona económica exclusiva de Ecuador, creando una reserva pelágica. Esto también protegería las zonas de reproducción y las zonas de alimentación de especies migratorias, las cuales pueden pasar desde días, meses o años en algunos de estos sitios.

Él enfatiza en este punto, y nos comenta que han visto que “hay un corredor, como una autopista natural entre Cocos en Costa Rica. Muchos tiburones marcados por científicos se les encuentra semanas después allá, también hay conexión con Marpello en Colombia y también con Panamá, hay mucha conectividad”. Este corredor al que hace referencia incluso fue declarado un Hope Spot (zonas de esperanza para la recuperación de la biodiversidad).

La presión ciudadana vivió un momento clave en diciembre de 2019, en el contexto de la COP 25 en Madrid (¿junto a Chile?). Eliécer pudo participar como delegado y “ahí el presidente anunció oficialmente al mundo que una de las medidas que su país tomaría para mitigar el cambio climático era un estudio para la ampliación de la reserva marina.”

Pero, como era de esperarse, algunas voces en contra no tardaron en asomarse: “La industria atunera local es la segunda más grande a nivel mundial y tiene 115 barcos, son barcos que capturan hasta 2000 toneladas con redes de cerco. A eso súmale 99 barcos industriales palangreros, una técnica incluso más agresiva y nada selectiva, con sus líneas de kilómetros llenos de anzuelos”

El problema no termina ahí, además hay 300 embarcaciones nodrizas que van arrastrando con palangre, arrasando con todo a su paso. El círculo termina de cerrarse con la industria harinera, donde el pescado que no se exporte lo transforman en alimentos para las camaroneras. “Hay todo un negocio de por medio que corresponde a pocas familias, como sucede en todo América Latina y son ellos los principales opositores a la ampliación de la reserva”. Pero en Más Galápagos no bajan los brazos, “han llegado a la asamblea a pedir que no se dé paso y nosotros hemos seguido en nuestra campaña de concientizar sobre la importancia de ampliar, y de los problemas reales de la reserva marina”, afirma Eliécer.

Las especies marinas no conocen fronteras, las dos poblaciones de atún de la zona (el de aleta amarilla y el patudo) ya sobrepasaron su máximo rendimiento y hoy están en niveles severos de sobreexplotación. Esto se debe en parte al uso excesivo de dispositivos agregadores utilizados por la industria. Este consiste en una madera de 3×2 metros en la que se cuelga una red de 70 metros como método de pesca muy cerca de la reserva.

Estos dispositivos burlan las fronteras, las corrientes llevan los plantados al interior de la reserva pero el monitoreo sigue mostrando al barco afuera. El impacto es enorme, se enganchan muchas tortugas, rayas y tiburones. Muchas de estas especias vienen muertas y sin haber alcanzado la madurez, siendo desechadas posteriormente. A esto se suma la contaminación por combustible que los barcos atuneros de poca autonomía botan al mar cuando la pesca no es buena.

La organización espera este mes de diciembre presentar los estudios que han desarrollado en conjunto con la Universidad de San Francisco, mostrarle al gobierno los resultados que sustenten la ampliación a la protección de las islas. De eso pueden surgir tres caminos: modificar la ley actual y ampliar la reserva vigente, este proceso puede tomar mucho tiempo; crear una nueva área marina protegida alrededor de la actual, para esto basta la firma del presidente o; realizar una consulta popular y que sea el pueblo ecuatoriano que decida.

Hoy en día están en un proceso participativo con la comunidad, informando y concientizando a la ciudadanía para involucrarse. Para Eliécer esta es la clave, considera que el egocentrismo es una pieza clave en el estado vulnerable en que se encuentra muchas especies, “todo gira alrededor nuestro ¿y los animales? Para mí toda la vida que hay es parte de este planeta, nosotros somos uno más. No solo hay que conservarla porque de eso depende nuestra existencia, sino también por razones éticas. Cada ser viviente merecer tener su lugar.”

Nos tocó vivir en una época donde el planeta está sufriendo las consecuencias de nuestra ambición insaciable, pero también donde día a día más gente comienza a descubrir y valorar donde habitamos. En torno a eso, Eliécer reflexiona que «nos hace falta conocer más el mar, lo vemos como una masa de agua o para ir a disfrutar a la playa, pero no vemos la gran cantidad de vida que hay y por eso la maltratamos, la sobreexplotamos y dañamos de varias formas, pero lo que existe ahí es tanto o más importante que lo que hay en la misma tierra».